Símbolo de opresión de las mujeres afganas.
Violencia de género
El término burka o burqa (del árabe, برقع burqa`) puede referirse a dos formas de ropa
tradicional usadas por mujeres en algunos países musulmanes.
* La primera es un tipo de velo que se ata a la cabeza,
sobre un cobertor de cabeza y que cubre la cara a excepción de una raja en los
ojos para que la mujer pueda ver a través de ella.
* La otra es una prenda conocida como burka completo, burka
afgano o, en ocasiones, chador (چادر),
el cual cubre el cuerpo y la cara por completo.
Ambas clases de burka son utilizados por algunas mujeres
musulmanas como una interpretación del código de vestido del hiyab.
El burka completo fue hecho obligatorio en Afganistán bajo
el mandato de los talibanes, imponiéndose de esta forma un tipo de prenda capas
de garantizar control sobre el cuerpo de la mujer, ya que cubre los ojos con un
' velo tupido ' que impide que quien la usa pueda ver normalmente, puesto que
el ´enmallado´ que la compone limita la visión lateral haciendo perder la ubicación
espacial, volviéndo al usuario dependiente de otras persona para poder
desplazarse con eficacia especialmente en espacios abiertos.
Otro de los objetivos del ´velo tupido´ es evitar que el
rostro y los ojos sean visibles.
El burka afgano ejerce una fuerte presión (peso) sobre la
cabeza aumentando la fatiga al caminar.
La extensión promedio de esta prenda es hasta la altura de
los pies, no solamente para cubrir todo el cuerpo, sino para garantizar una
mayor dificultad en el desplazamiento [cita requerida], especialmente
impidiendo que se pueda correr con ella.
La introducción de esta prenda se produjo en Afganistán a
principios del siglo XX, durante el mandato de Habibullah (1901-1919), quien
impuso su uso a las mujeres que componían su numeroso harén, para evitar que la
belleza del rostro de estas tentara a otros hombres. Así pues el burka se
convirtió en una vestimenta utilizada por la clase alta, quien de este modo se
"aislaba" del pueblo llano, evitando así su mirada.
En la década de los 50 su uso se generalizó en la mayoría de
la población, si bien seguía siendo una prenda de las clases acomodadas.
Como ya se ha dicho se extendió entre todas las capas
sociales en un acto de imitación de clase alta, ya que se consideraba un
símbolo positivo de estatus social.
La burka es un símbolo de la opresión de las mujeres
afganas. Es una prenda de vestir que las convierte en fantasmas.
Deben llevarla obligadamente al salir a la calle y cubrir
con ella todo su cuerpo, incluidas las manos. En la intimidad de su casa, éstas
mujeres sólo pueden descubrirse si no hay extraños a la familia.
Antes de que los talibanes asumieran en el poder en 1997,
sólo algunas mujeres rurales llevaban la burka, una prenda que hoy sólo se
utiliza en Afganistán y en Pakistán, con otras variantes.
La burka no es un vestido, es una cárcel que somete a las
mujeres a la terrible dificultad de no ver con claridad nada que no se
encuentre a un metro de distancia frente a sus ojos.
Produce una visión de "anteojeras", que les hace
perder la vista de los ángulos laterales estrechando el campo visual que
aparece, detrás de las celdas del tejido que se abre a la altura de los ojos,
"enrejando" todo lo percibido.
Las miradas de estas mujeres están presas, como sus cuerpos.
Sabira Mateen, seudónimo de una dirigente de la organización
clandestina de mujeres afganas RAWA *, confirma esta idea cuando dice:
...Es como una cárcel. Da calor y aísla. Las mujeres no
pueden reconocerse. Las que necesitan gafas, no pueden usarlas. Es como si,
además, fueran casi ciegas. El tejido que cubre sus ojos debe ser
suficientemente tupido pues a algunas mujeres les han pegado por llevar los
agujeritos demasiado grandes. Para las mujeres, la obligación de llevarla ha
sido un trauma, porque es humillante, dificulta todos los movimientos y también
ver...
A menudo, la poca visibilidad que permite la pequeña
apertura provoca, al cruzar las calles, serios accidentes que llevan a estas
mujeres a la muerte.
El periódico inglés "The Times", publicaba en
Noviembre de 2001:
"...las mujeres afganas sufren un holocausto de género
desde que los talibanes asumieron el poder en Afganistán, siendo violentadas,
humilladas, ciegas, golpeadas, excluidas, lapidadas..."
Al nacer, el ser humano organiza su mundo a través del
contacto con su madre (o de la persona que cumple con la función materna). Su
primer vínculo con ese mundo nuevo es la piel. El segundo, será la mirada, y el
tercero, la voz.
Esta relación vincular, que en sus comienzos tendrá como
protagonista exclusiva a la madre, será el soporte para aprender y aprender-se,
constituyéndose otro y diferente de la mirada materna.
La mirada de la madre que le permitirá, a su vez, situarse
como una unidad separada de ella. Sobre este proceso se constituirá su
identidad.
El filósofo y escritor francés Jean Paul Sartre, en su obra
"El Ser y la Nada", hace girar la demostración de la existencia del
Otro alrededor de la mirada:
"El objeto humano no es asimilable a ningún objeto, en
tanto es un objeto que me mira. A partir del momento en que existe esta mirada,
ya soy algo distinto en tanto yo mismo me siento objeto para la mirada del
otro. Recíprocamente, el otro también sabe que soy un objeto que se sabe
visto".
Esta mirada será la que le permitirá, alrededor de los 7 u 8
meses, como dice Spitz, la conservación del objeto desaparecido de su vista. Es
recién en este período cuando aparecen la capacidad de evocar las
representaciones internas de los objetos, las sensaciones de placer y displacer
con relación a las experiencias vividas en su entorno, a través de lo cual el
niño puede elaborar la separación de su madre y adquirir la capacidad de espera
necesaria y la tolerancia de la frustración en el deseo no satisfecho de
inmediato.
Es aquí donde Winnicott ubica lo que llama "objeto
transicional", objeto a través del cual, logra la síntesis dialéctica que
le permitirá superar esa instancia. El pasaje a ser él mismo, diferente y
separado de un Otro.
La mirada de la madre, primera mirada, aprueba o desaprueba,
genera seguridad, apoyo, sostén. El contacto con su piel no sólo refuerza el
sistema inmunitario (de acuerdo a los últimos estudios), también origina
sensación de placer y protección.
Debajo de la burka, la mirada de la madre no existe. No existe
su rostro, su voz se distorsiona y es imposible el contacto con su piel.
Tampoco existe para estas mujeres la mirada del hijo al amamantar. No hay
vínculo ni sostén a través de este soporte básico y constituyente de un Otro.
No hay mirada.
¿Cómo se imprime esa carencia en la
evolución de estas niñas y niños que luego llegarán a la adultez? ¿Qué impronta
deja en ellos el vacío de la mirada materna? ¿Cuánto influirá en su vida esa
búsqueda de identidad, de aprobación, de ser "alguien"? ¿Tendrá
relación con la conducta suicida de ese supuesto "mártir" que cree
adquirir identidad al pensar que se inmola "en el nombre de Alá"?
¿Buscará, aún a costa de miles de muertes y de la suya propia, la mirada de
aprobación de la que careció?
Hace pocos días, el periódico italiano La Repubblica,
publicó unos dibujos solicitados a niños y niñas afganas acerca de su madre:
invariablemente, ella aparecía como una figura fantasmagórica que tenía como
rostro rayas entrecruzadas, garabateadas casi con furia.
*Asociación Revolucionaria de Mujeres Afganas. Esta
organización nació en 1977 en Kabul. Su fundadora, Meena, fue asesinada 10 años
más tarde. Rawa lucha por la dignidad y los derechos de la mujer afgana.
Sandra
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